En toda oficina técnica hay personajes que parecen salidos de una tira cómica. Y no hace falta ir muy lejos: Wally, de Dilbert, representa al empleado que flota por la empresa con una taza en la mano, aportando cinismo y evitando el trabajo con una habilidad casi zen. A primera vista, parece un vago profesional. Pero si mirás más de cerca, hay un arquetipo similar que no solo sobrevive, sino que aporta valor real: el slacker eficiente.

Estos personajes no se destacan por su presencia en reuniones ni por estar siempre “ocupados”. De hecho, parecen estar boludeando la mitad del tiempo. Pero hay una diferencia crucial: su flojera está orientada a resultados. Automatizan tareas repetitivas, estandarizan procesos, documentan lo justo y necesario, y construyen herramientas que les permiten trabajar menos… sin que el trabajo deje de hacerse.

No lo hacen por vocación de servicio. Lo hacen porque quieren tener tiempo libre, y *la única forma de tenerlo sin que el sistema los triture es diseñar sistemas que trabajen por ellos*. Son pragmáticos. Calculan cuánta energía vale la pena invertir hoy para no volver a hacer lo mismo mañana.

En IT, esta actitud puede ser un superpoder.

1. El sysadmin que escribe un script en Bash para que los backups se verifiquen solos.
2. El dev que arma un pipeline CI/CD sólido para evitar deploys manuales eternos.
3. El DBA que arma alertas inteligentes en vez de estar revisando logs a mano.

Todos tienen un poco de Wally, pero en vez de esconderse, diseñan su desaparición operativa. Y cuando hay un incendio, suelen ser los únicos que saben cómo está armado todo, porque ellos lo dejaron andando.

No son “empleados modelo” en el sentido clásico. No lideran comités, no piden KPI nuevos, no llenan 8 horas de actividad en el timesheet. Pero si el trabajo se sigue haciendo y nadie nota su ausencia, probablemente ellos sean el motivo.

En un mundo que glorifica la productividad visible, estos slackers eficientes son una anomalía valiosa. Y quizás, si el objetivo es trabajar bien sin trabajar de más, no haya mejor ejemplo que el Wally que supo automatizar su propio café.

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